Ese vacío existente al lado cuando subí a la micro a las 6 de la mañana con mi peor cara de sueño. Ese vacío invitaba a que me sentase a gritar todas las palabras reprimidas, y a la vez a que solo pasara como una sombra hacia el ultimo asiento a ver los colores que habían fuera de la ventana. El mute matutino activado en mis labios solo logro que mi boca se esforzara en sonreír haciendo una mueca que se desbordaba por la comisura de los labios y me partía en dos. Dije...dije algo? quizás hice un sonido, como los bebes, o como cuando un grano de arroz se posa en la garganta y tratas de hablar.El vacío me bailo en las pupilas ante el reproche y quise combatir con ese estoicismo y tempano que se alzaba, pero me rendí antes de intentarlo.Al final, después de tantas tazas de té uno aprende que hay granos de azúcar que no se disolverán...
1 comentario:
El amanecer en el bus, es una de las experiencias más desoladoras, pero en el he podido encontrarme más con la esencia de mis pensamientos.
La pura palabrería del párrafo anterior es verdad de una manera siútica. Pero el amanecer provoca lo que dije y más.
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